lunes, 28 de marzo de 2022

Mineros

 De la idea de los mineros de Bitcoin vista en clase.

                Creo que no entiendo el mundo. Soy incapaz de comprender la abstracción de la criptoeconomía. Entiendo las transacciones, entiendo que el dinero que acostumbramos a usar no es muy distinto de esta nueva forma de entender la economía. Pero soy incapaz de asimilar que el mundo gire en torno de una promesa vacía, una deuda constante que nos pasamos unos a otros.

Me sorprende la facilidad con la que algunos asimilan y aceptan la realidad de la criptoeconomía. Entiendo que la velocidad es un factor primordial a la hora de concebir internet y creo que de la misma manera, esa velocidad impera cada vez más en nuestra forma de actuar. Como un contagio. Siento que las cosas pasan por encima de mí como un avión que me despeina y, colgadas de las alas, muchas personas que están seguras de que es el mejor clavo ardiendo al que agarrarse.

Blake Snyder definía en su manual de guion Salva el Gato una original lista de géneros cinematográficos. En dicha lista, formulada en función del funcionamiento del guion más que de cuestiones como la ambientación o el tono, aparece un género llamado “El tonto con la lámpara”. Este género encarnado en películas como Cómo Dios o Cheque en Blanco, tratan sobre qué ocurre cuando la persona menos apropiada consigue un poder que escapa a su control. Para mí, esa es exactamente la imagen que tengo de cualquier joven rico traficando con NFTs.

                Algo que me molesta de la criptoeconomía y de todo lo relacionado con el posmodernismo es la mentira. Algo que discutimos en clase fue la supuesta imagen social, innovadora y anti-jerárquica que tiene la criptoeconomía. Es evidente que no es así, de ninguna manera puede ser así. Para minar en el blockchain se necesita una cantidad ingente de energía a la que un usuario medio no tiene acceso. De esta forma, sólo los individuos o grupos empresariales con capacidad económica y material interesados en minar serán capaces de llevarse la mayor cantidad de monedas posible. Lo que quiere decir que las diferencias de clase no se corrigen si no que se acrecientan con la llegada de estas innovaciones tecnológicas. Por no hablar de la huella de carbono que dejan estas actividades cuyas consecuencias, de nuevo, afectan sobre todo a la clase trabajadora que no solo sufre más los cambios del medio ambiente sino que es cargada con la responsabilidad y la culpa y se ve moralmente obligada a cambiar su conducta diaria mientras otras personas compran villas en mitad de China para minar un Bitcoin.

                Espero estar equivocado y ser más que un apocalíptico, pero sospecho que a estos integrados les preocupa más llenarse el bolsillo en silencio que crear un mundo mejor en el que disfrutar.

                La clase sobre criptoeconomía y el vértigo a lo desconocido también me suscitó esta viñeta.



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